-¿Vendes?
-No
-¿Compras?
-No
-¿Cuántos de los míos te puedo dar por uno de los tuyos?
-Es difícil calcular el valor. Lo importante es poder
desprenderse de algo.
Pablo sonríe con cada pregunta que recibe sobre su
biblioteca itinerante. No lo hace por
las intermitentes dudas de su interlocutora, que exteriorizaba sin sacar el ojo
de un ejemplar de Adorable John escrito por May Pang; sino por la dificultad para buscar definiciones por fuera de una lógica
mercantil. Una vez dejadas de lado este
tipo de expectativas instrumentales, la conversación fluye naturalmente. Hace algún tiempo que carga con el bagaje de unos cuantos libros, por demás
interesantes, con los que recorre la ciudad de Buenos Aires, el Tigre y quizás
Entre Ríos, ya que él mismo olvida un poco los caminos que transitó. No hay un
itinerario trazado, ni contacto para rastrearlos, es el momento del
encuentro donde reside el valor de su tarea, que según nos contó, pronto dejará
en manos de “unas chicas que quieren tomar la posta”.
Lo mismo sucede cuando le preguntamos a la gente de “Ala Carga – Ediciones Nómadas”, por su sitio web. Con una mezcla de pena y asombro dicen que no tienen ningún sitio real ni virtual, son una editorial itinerante que ofrece cuentos, poemas y diarios de viajes por países de Latinoamérica. Recorriendo un poco más los “trapos” y mesas dispuestos para la feria, la mirada se roba títulos de Calvino, Clarice Lispector y Kawabata por aquí, y observa el abundante material que muestran expositores ácratas, punks, trans y ecologistas más allá. Se trata de la FLIA (Feria del Libro Independiente y Autogestiva) que se realizó el 29 y 30 de septiembre en el Parque Centenario de la Ciudad de Buenos Aires. A ella fueron convocados escritores, pequeñas editoriales, músicos, actores, bailarines y artesanos para, según promocionan sus organizadores, favorecer proyectos culturales independientes y actividades autogestionadas.
Esta fue la edición número XXI de la feria, que recayó en el parque en el que confluyen los barrios de Almagro, Caballito y Villa Crespo, y que también coincidió con un encendido reclamo por parte de los vecinos para evitar la disposición de más rejas (actualmente hay una gran parte del espacio que ya se encuentra cerrada) en todo el perímetro del parque. Según contaban los encargados de recolectar firmas por un “parque sin rejas”, la empresa contratada llegó a extender 200 mts. de rejas en menos de dos horas, que luego los vecinos, feriantes y asambleístas en desacuerdo lograron derribar para evitar lo que ellos entienden como la progresiva “privatización del espacio público”. También afirman que este mismo tipo de enrejado se proyecta para el Parque Lezama. Otros manifestantes hicieron su reclamo acampando o construyendo casas en los árboles para expresar la necesidad de un espacio en libertad.
¿Qué tienen que ver los libros con los viajes y las rejas con un parque? Creo que en el primer caso unas puertas se abren y en el segundo otras se cierran. A un turista pueden no importarle unas cuantas rejas si logra llegar en el momento exacto tomar unas fotos y retirarse. El viajero o el vecino, en cambio, pueden tener que chocarse con esas mismas cerradas rejas en el momento en que necesiten el espacio verde, abierto y alejado tan favorable a divagaciones inútiles y a su vez imprescindibles. Por eso también se oponen tanto los libros y las rejas, los primeros tornan invisibles a las segundas. Por eso mismo si no puedo viajar leo, o leo viajando (el viaje dentro del viaje), para ver si puedo saltar alguna otra reja que quede por ahí.
Lo mismo sucede cuando le preguntamos a la gente de “Ala Carga – Ediciones Nómadas”, por su sitio web. Con una mezcla de pena y asombro dicen que no tienen ningún sitio real ni virtual, son una editorial itinerante que ofrece cuentos, poemas y diarios de viajes por países de Latinoamérica. Recorriendo un poco más los “trapos” y mesas dispuestos para la feria, la mirada se roba títulos de Calvino, Clarice Lispector y Kawabata por aquí, y observa el abundante material que muestran expositores ácratas, punks, trans y ecologistas más allá. Se trata de la FLIA (Feria del Libro Independiente y Autogestiva) que se realizó el 29 y 30 de septiembre en el Parque Centenario de la Ciudad de Buenos Aires. A ella fueron convocados escritores, pequeñas editoriales, músicos, actores, bailarines y artesanos para, según promocionan sus organizadores, favorecer proyectos culturales independientes y actividades autogestionadas.
Esta fue la edición número XXI de la feria, que recayó en el parque en el que confluyen los barrios de Almagro, Caballito y Villa Crespo, y que también coincidió con un encendido reclamo por parte de los vecinos para evitar la disposición de más rejas (actualmente hay una gran parte del espacio que ya se encuentra cerrada) en todo el perímetro del parque. Según contaban los encargados de recolectar firmas por un “parque sin rejas”, la empresa contratada llegó a extender 200 mts. de rejas en menos de dos horas, que luego los vecinos, feriantes y asambleístas en desacuerdo lograron derribar para evitar lo que ellos entienden como la progresiva “privatización del espacio público”. También afirman que este mismo tipo de enrejado se proyecta para el Parque Lezama. Otros manifestantes hicieron su reclamo acampando o construyendo casas en los árboles para expresar la necesidad de un espacio en libertad.
¿Qué tienen que ver los libros con los viajes y las rejas con un parque? Creo que en el primer caso unas puertas se abren y en el segundo otras se cierran. A un turista pueden no importarle unas cuantas rejas si logra llegar en el momento exacto tomar unas fotos y retirarse. El viajero o el vecino, en cambio, pueden tener que chocarse con esas mismas cerradas rejas en el momento en que necesiten el espacio verde, abierto y alejado tan favorable a divagaciones inútiles y a su vez imprescindibles. Por eso también se oponen tanto los libros y las rejas, los primeros tornan invisibles a las segundas. Por eso mismo si no puedo viajar leo, o leo viajando (el viaje dentro del viaje), para ver si puedo saltar alguna otra reja que quede por ahí.