"Vámonos a pasear, amiga mía, por esa dormida tierra de los mapas.

Vámonos a pasear, callada amiga, antes de que la muerte venga a torcer el rumbo de nuestros huesos."

Gabriel García Márquez

viernes, 20 de junio de 2014

Misterioso Tren

Puede una maquinaria despertar distintas emociones en las personas? Evocar nostalgia, camaradería y atracción? Hasta inspirar melodías y canciones, se puede esperar todo eso de un conjunto de hierros y engranajes? Así parece suceder con los trenes y su arraigada mitología.


Las estaciones y los trenes tienen, más allá de cualquier tipo de sordidez accidental, la inocencia que quizás no poseen los puertos y mucho menos los aeropuertos. Cuando el tren anuncia su partida o llegada a la estación, significa siempre el fin de un recorrido donde mueren y renacen mil paisajes. Tal vez esto sea por desplazarse a  la velocidad exacta, ni tan lento ni muy rápido, que nos permite tomar conciencia de esa idea de destino y transformación que implica cualquier viaje.  Estas características provocan una ligazón de tipo personal al viajante y paralelos con la vida misma. Observar dos trenes alejarse en distintas direcciones desde arriba de un cruce peatonal puede resultar una buena visual o vivirse como un presagio, todo dependerá del estado de ánimo del observador. El propio Federico Fellini entrevistado para un documental autobiográfico (“Soy un gran mentiroso”), comparó sus realizaciones  con las estaciones de un tren al que había decidido subirse cuando emprendió su carrera artística. El director sentía que sólo tenía que continuar el viaje y dejarse llevar porque, antes que él pudiera concretar una elección racional, sus películas ya lo estaban esperando para abrirle un mundo nuevo, muchas veces incomparable a cualquier situación real. No es casual que uno de los primeros films de la historia, “La llegada del tren” de los hermanos Lumière, más allá de provocar el pánico entre los espectadores sorprendidos por la locomotora que se les avecinaba, fue la escena inaugural de otra industria estrechamente ligada a los sueños: el cine.

Multitudinarios trenes en la India y enigmáticos expresos en Oriente: cada inconsciente colectivo se relaciona de una manera distinta con este medio de comunicación y transporte masivo que es considerado el menos contaminante del  planeta. Por ejemplo, de los europeos podemos intuir que su relación con el tren se encuentra más cercana a la memoria familiar o personal de los usuarios (palabra que queda corta, porque un viaje en tren es una vivencia en sí misma, más allá de su función logística). Asociado a los recuerdos personales ligados a la historia, principalmente la de las grandes guerras, la conexión se daría de forma más individual. Por contrapartida, en países como el nuestro, las vías se extendieron como un sistema sanguíneo, encendiendo la vida de los pueblos y comunicándolos. Poblaciones enteras surgieron con la llegada del tren y asimismo desaparecieron cuando cerraron sus ramales. Es de esperarse que el espíritu comunitario haya prevalecido ante todo; el mismo que hoy día continúa en la recuperación de espacios abandonados luego del cierre de alguna estación, esta vez con la expresión artística como bandera.

En la frontera entre Flores y Caballito, casi de manera misteriosa doblando por Bacacay, cerca de la cuadra del Ángel Gris con sus “veredas del bien y del mal”, nos encuentra la vieja Estación de Cargas. Se trata de un predio de 16 hectáreas donde, además de ubicarse la casa histórica de Norberto de la Riestra (quien fuera el fundador del Ferrocarril Oeste, el primero del país), se estableció hace doce años el centro cultural “Estación de los Deseos”. Participar de sus peñas o talleres tiene el gusto especial de un trasbordo en el andén de cualquier estación en una tarde de verano: cuando el tiempo se detiene y todo puede suceder, y si no pasa nada también está bien. La recuperación de este espacio histórico para el barrio y la actividad cultural surgió como iniciativa de los propios vecinos y trabajadores del campo social, artístico y educativo. En la actualidad y de la mano de su director Fernando Dahini, quienes participan del Centro Cultural siguen en estado de alerta por el avance de proyectos inmobiliarios avalados por los gobiernos nacional y metropolitano, que arrasarían con la labor de un colectivo social que genera actividades de danza, música, escultura, circo, escenografía y que hasta cuenta con isla de grabación propia, además de un importante escenario en el mismo galpón de la antigua playa de cargas.


El apego de los pueblos y las ciudades a la historia del ferrocarril, suele ser igual o más fuerte una vez que salimos de la Capital Federal. En numerosas estaciones provinciales abandonadas brotan grupos de teatro que, además de apropiarse y autogestionar un espacio que de no ser así se convertiría en “fantasma”, incursionan en la actividad artística sin ser profesionales del área. El director del Circuito Cultural Barracas, uno de los pioneros del teatro comunitario en el país lo define como “teatro hecho por vecinos para vecinos, que se desarrolla en un territorio determinado (el barrio), donde no hay divisiones generacionales, ni discriminaciones profesionales, partidarias o religiosas – y agrega – es el único país en el que se da de esta manera”.  En la ciudad de La Plata, dentro del barrio Meridiano V, se encuentra la vieja Estación Provincial donde los “Okupas del Andén” se reúnen cada sábado con la excusa de hacer teatro. Hace once años que un grupo de vecinos decidió recuperar la memoria espacial y cultural para rescatar del olvido el sueño de toda una población. Con sus “Historias anchas en trocha angosta” intentan dar testimonio del significado de la historia del ferrocarril provincial (1909-1977) y su importancia como elemento fundamental de la identidad comunal.


El imaginario ligado a los pioneros, a los bandidos rurales y sus leyendas, también se vuelve prolífico hacia los cuatro puntos cardinales. En ciertos lugares del país, pareciera que el tiempo se detuvo indefinidamente con el fin de resguardar estas historias. Por ejemplo, así como el mar entra muy despacio durante el día en San Antonio Oeste (provincia de Río Negro), de la misma forma el pasado quiso despedirse de a poco. Allí encontramos una localidad ferroviaria intacta, con las huellas de una historia que reclama que algún día alguien pueda retomar el guante de sus ilusiones pioneras. Por ahora el efecto que produce visitarla es el de una aprehensión profunda, por lo que aún resta de inconcluso.