"Y no te olvides de algo
que se adivina en la vida
y es que la vida misma
es un Milagro de Amor"
Al
desarrollar la técnica primero y la ciencia después, al querer imitar la
naturaleza para predecir sus movimientos y controlar su acción, el hombre encontró un
límite: el mismo que se impuso al desconocer “lo fluido” como componente esencial
del universo que lo rodea. El flujo de la vida que nos contiene desconoce
divisiones o separación, es pura fuerza creativa que podemos vislumbrar a
través del arte o inmersos en cualquier entorno virgen de civilización. Claro que
no nos permitimos más que unas breves visitas a estos oasis. Tememos al vértigo
que nos produce abandonar el mundo estructurado en un orden que no es tal. Preferimos
sostener un espejismo que si seguimos desconociendo, quizás no podremos
corregir a tiempo.
La comunidad
presta oídos al mandato ancestral y reconoce que debe hacer un giro total desde
el actual sistema social y productivo, para desviar un curso que ya demostró
agotadas todas sus posibilidades de bienestar real y sostenido. Como todos los
cambios históricos, estos siempre deben encontrar un momentum, el zeigeits que
les permita imponerse de una manera más abarcadora. Mientras tanto, diversos colectivos
sociales apuestan toda su energía a formas de vida más sustentables. Las
llamadas eco-aldeas se desparraman por todo el país y el mundo. Los principios
que forman su base de funcionamiento y desarrollo tienen que ver con el
resguardo del medioambiente a través de prácticas como la permacultura, que ya
se ha vuelto una filosofía de vida y una propuesta para el cambio social. Esta incluye
entre sus técnicas: la agricultura orgánica, la bio-construcción y la utilización
de fuentes renovables de energía.
El colapso
escalonado de las economías a nivel global demuestra que la transición hacia
nuevas formas de relación social y hacia el medioambiente debe abrirse camino
en lo inmediato, para frenar la expoliación de recursos que repercute en la
miserabilización de un gran porcentaje de la población mundial. Comunidades enteras de millones de habitantes pagan con su
marasmo el gasto injustificado de una porción mucho más pequeña de consumidores
concentrados en los denominados “países ricos”. Este desequilibrio, a su vez,
no puede ser sostenido más que sobre la base de grandes presupuestos militares que custodien
ese modelo extractivo y, así mismo, a través de gastos publicitarios que
oculten la compleja cadena de relaciones que une a la pobreza extrema con la
concentración de la riqueza.
Mientras que
el actual metabolismo social se basa en la explotación de combustibles fósiles,
el consumismo sin límites, la reducción de la biodiversidad por destrucción de
ecosistemas enteros y las grandes desigualdades sociales: hechos que favorecen
una entropía acelerada; los nuevos paradigmas sustentables bregan por una
aplicación inteligente de la tecnología y de los usos de la naturaleza. Estas
nuevas formas de pensar el desarrollo social que comenzaron a hacerse un lugar
en la agenda de occidente a partir de la década del ‘70 lograron, estos últimos
años y gracias a la puesta en marcha de numerosas experiencias, legislaciones
favorables inéditas que abren nuevos caminos para la masificación de sus
prácticas. Aunque los tiempos son lentos en comparación al avance de las
consecuencias del modelo vigente.
La vida en
comunidad suele implicar formas de autogobierno, en general de tipo asamblearia,
para trabajar y buscar soluciones a los conflictos. Del mismo modo los
intercambios se reducen en magnitud pero se diversifican en experiencia y
contacto: de la masividad y estandarización de un supermercado o una gran
tienda, pasamos a utilizar reglas de comercio justo, directo y cooperativo
donde la importancia no reside en la marca y toda su cadena de sobre-valor sino
en la calidad y hasta en la originalidad de productos artesanales que llegan a
gozar de un status de “ofrenda”. La recuperación de la oralidad y la comunicación
no verbal operarían de forma más influyente en la transmutación del
conocimiento, aportando nuevos saberes al alcance de todos.
Las fotos que
acompañan esta nota se realizaron en la Casa Mágica de Luis Beltrán, isla
Choele-Choel, Valle Medio de la provincia de Río Negro. Allí, en el delta que
conforman las islas circundadas por los brazos del río, se encuentran chacras
donde se practica agricultura orgánica sin agrotóxicos y construcción natural, con
vistas a provocar el mínimo impacto ambiental. El motivo para acercarnos fue el encuentro de canto organizado por la cantante Verónica Condomí.
La voz es un derecho que no muchos se animan a ejercer, no sólo para gritar
verdades sino también para prestarle vuelo creativo y permitirle viajar en el
aire. Es también una práctica que rigió durante
mucho tiempo la vida de las comunidades; se trata de un cuerpo colectivo que
canta sin más razón que expresar el ser en el momento presente. El foco no
está puesto en el espectáculo sino en la participación, para ayudar de forma
grupal a abrir canales creativos que demuestren que todos somos parte de un mismo
río: el de la vida en movimiento.
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